la defensa de la familia sustentada en el matrimonio estable


Carta abierta de Luis Alberto Loyo, párroco de la Catedral de Bilbao
Las reacciones del gobierno socialista y de otros líderes políticos ante la nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal resultan espeluznantes, o por lo menos así lo han recogido los medios de comunicación, que hábilmente han orientado la atención sobre el punto 8º de dicha nota, el que hace referencia al terrorismo.
Los obispos no hablan del diálogo con la banda ni de los caminos que los gobernantes han de escrutar en su búsqueda de la paz, simplemente, haciéndose eco de un sentir públicamente expresado por todos los partidos democráticos, habla de que "el terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida justa y razonable". Y que la sociedad "no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político". Ni más ni menos. Sorprende que sobre algo tan obvio se sustente semejante carga dialéctica, tan poco argumentada y fútil.
De no ser que de este modo, y acusando a los obispos con indecente frivolidad, de utilizar el terrorismo con fines políticos, pretendan desviar la atención del ciudadano sobre otros asuntos de la nota, como son el respeto a la vida y dignidad del ser humano, desde el momento de su concepción y hasta su muerte natural, el derecho de los padres a elegir el proyecto educativo que estimen conveniente para sus hijos, y la defensa de la familia sustentada en el matrimonio estable y en la complementariedad de los esposos, hombre y mujer. Asuntos estos ampliamente tratados por la Iglesia, que en el legítimo ejercicio de su labor pastoral, procura elementos de juicio a los cristianos y a quienes los deseen acoger, para orientar su vida cotidiana. Y esto incluye, y aquí ven el problema, el ejercicio del voto.
Por eso hay que desactivar la capacidad de atención que la jerarquía eclesiástica tiene entre sus fieles, deslegitimarla utilizando todos los resortes mediáticos a su alcance, y amenazándola incluso con denunciar los acuerdos Iglesia-Estado. De este modo el ruido evitará que la gente se acerque a una lectura libre y sin prejuicios de la nota en cuestión, formándose su propio juicio y actuando en responsabilidad, que es el único fin del documento.
En mi opinión es un texto muy acertado, oportuno y necesario en este momento, y no podemos dejar los cristianos que el interés partidista pervierta las opciones fundamentales de cada ciudadano, creyente o no creyente. Nosotros debemos escuchar la voz de nuestros pastores, y después obrar con honestidad y en conciencia, en favor del bien común, y en fidelidad a nuestra fe.

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